Llámenme loco, demente o pónganme a su gusto el adjetivo que mejor les parezca pero de tanto en tanto, escucho historias y se me antoja asociar a los personajes con gente que conozco. Por merecimiento de carácter, por actitudes o quizás simplemente por capricho. Esto me lleva a hacerlos participes de dos historias que se unen en un punto.
La primera: Andrés Rene Miranda es un amigo de la primera infancia, de la niñez, de la adolescencia y de la madurez (si es que alguno de los dos ha alcanzado dicho estadio). Flaco, flaquisimo pero siempre con un semblante tan ameno que llena de paz. Aguerrido, inteligente y corajudo. Baterista por cierto. Pero ese es uno de sus adjetivos menos trascendente.
La segunda: Dionisio Siracusa era un emperador romano despiadado que ejerció el poder en el siglo IV antes de Cristo. Como su colega Nerón, se suponía poeta. En su época existía otro armador de versos, de mejor envergadura, llamado Filoxeno de Citerea. Un buen día y ante Dionisio se enojo ya que Filoxeno había confeccionado una serie de poemas y en ninguno de estos había adulado al emperador en su carácter de literato. En resumidas cuentas, el soberano lo envió a trabajar a las minas. Pero pasado un tiempo Dionisio se arrepintió de su decisión y para lavar su conciencia ofreció un agasajo en honor al presidiario. Terminada la comilona, Dionisio tuvo la feliz idea de leer unos poemas escritos por el mismo. Y paso seguido preguntó a Filoxeno su opinión. Y aquí viene la intersección de historias. Cada vez que recuerdo este momento vivido por Filomeno, ignorante yo totalmente de todos los rasgos fisonómicos del Romano; me lo imagino a mi amadísimo amigo Andres tomando la actitud que paso a relatar sin mas dilación.
Andres de Citarea o mejor dicho Filoxeno Miranda, sabedor de que se había comido un tiempo en las en las explotaciones de yacimientos, supongo que, férreos. Se puso en pié y haciéndole un gesto a los encargados de la seguridad romana, les dijo.
-¡Guardias! ¡Llevenme nuevamente a las minas!-
Magistral, así se responde. Se me antoja que así respondería mi amigo. Porque muchas veces ha demostrado que las contestaciones que a los oídos de los escuchantes les gustan recibir, no salen por su boca si no han sido tamizados por la sinceridad de su corazón.
Me gusta comenzar este blog, hablando de mi amigo Fufi.
La próxima, mas.
Cuídense, no hagan nada que yo no haría y no se olviden que esta todo pago.
La primera: Andrés Rene Miranda es un amigo de la primera infancia, de la niñez, de la adolescencia y de la madurez (si es que alguno de los dos ha alcanzado dicho estadio). Flaco, flaquisimo pero siempre con un semblante tan ameno que llena de paz. Aguerrido, inteligente y corajudo. Baterista por cierto. Pero ese es uno de sus adjetivos menos trascendente.
La segunda: Dionisio Siracusa era un emperador romano despiadado que ejerció el poder en el siglo IV antes de Cristo. Como su colega Nerón, se suponía poeta. En su época existía otro armador de versos, de mejor envergadura, llamado Filoxeno de Citerea. Un buen día y ante Dionisio se enojo ya que Filoxeno había confeccionado una serie de poemas y en ninguno de estos había adulado al emperador en su carácter de literato. En resumidas cuentas, el soberano lo envió a trabajar a las minas. Pero pasado un tiempo Dionisio se arrepintió de su decisión y para lavar su conciencia ofreció un agasajo en honor al presidiario. Terminada la comilona, Dionisio tuvo la feliz idea de leer unos poemas escritos por el mismo. Y paso seguido preguntó a Filoxeno su opinión. Y aquí viene la intersección de historias. Cada vez que recuerdo este momento vivido por Filomeno, ignorante yo totalmente de todos los rasgos fisonómicos del Romano; me lo imagino a mi amadísimo amigo Andres tomando la actitud que paso a relatar sin mas dilación.
Andres de Citarea o mejor dicho Filoxeno Miranda, sabedor de que se había comido un tiempo en las en las explotaciones de yacimientos, supongo que, férreos. Se puso en pié y haciéndole un gesto a los encargados de la seguridad romana, les dijo.
-¡Guardias! ¡Llevenme nuevamente a las minas!-
Magistral, así se responde. Se me antoja que así respondería mi amigo. Porque muchas veces ha demostrado que las contestaciones que a los oídos de los escuchantes les gustan recibir, no salen por su boca si no han sido tamizados por la sinceridad de su corazón.
Me gusta comenzar este blog, hablando de mi amigo Fufi.
La próxima, mas.
Cuídense, no hagan nada que yo no haría y no se olviden que esta todo pago.
